El 2 de abril de 2005 el mundo entero lloró la muerte del Papa viajero, Karoll Wojtila, quien en 1978 había tomado el nombre pontificio de Juan Pablo II, tras la extraña muerte de su antecesor, el buen Papa Albino Luciani.
Fueron prácticamente veintisiete años de fructífero gobierno de la Iglesia y de extraordinario y bienechor liderazgo en el mundo, en una época de cambios y confrontaciones.
El dolor causado por la partida de Juan Pablo, al cabo de una penosa complicación de enfermedades fue muy grande y muy sincero. El reducido espacio territorial de la Ciudad del Vaticano no fue suficiente para acoger a los millares de peregrinos de todos los continentes que querían acompañarlo a su última morada.
Este martes, tres años más tarde, cuando se busca su pronta canonización -cuyo trámite ha agilizado el Papa Benedicto XVI- , el secretario particular de Juan Pablo II, el hoy Cardenal Stanislaw Dziwisz, ha expresado que jamás olvidará sus últimos momentos con él. "No puedo olvidar su último adiós, cuando tomó mi mano y yo besé la suya por última vez", señaló el prelado, quien duró cuarenta años al lado de Wojtilla, primero en Cracovia y después en Roma, en la Santa Sede.
"Este adiós permanecerá conmigo para siempre", agregó.
Son varias las ceremonias de conmemoración que se llevarán a cabo en distintos países, principiando por Ciudad del Vaticano, en donde el Sumo Pontífice Benedicto XVI encabezará una misa el miércoles, como acto de tributo y respeto, con ocasión del aniversario de la luctuosa fecha.
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