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lunes, 26 de mayo de 2008

¿UNA MUERTE QUE ALEGRA? ¿Y...EL PAÍS?


Por José Gregorio Hernández Galindo
Hemos escuchado en estos días muchas voces alegres y satisfechas por la muerte de Pedro Antonio Marin, alias Manuel Marulanda Vélez, "Tirofijo", y eso cabe dentro de la libertad de expresión, garantizada en nuestra Carta Política, si bien quien esto escribe no podría hacer lo propio, pues no entiende cómo puede hacerse compatible la alegría con la muerte. Pero eso es, al fin y al cabo, cosa de cada uno; de sus sentimientos y de su forma de percibir el mundo.



Desde una perspectiva de mayor objetividad, pensando con la mente y no con el sentimiento -el cual no permite razonar-, lo que corresponde ahora es mirar hacia el futuro del país, en medio de la crisis provocada no solamente por el conflicto armado con la organización que fundara Marulanda, sino por la presencia del paramilitarismo, que no se ha desarmado -como pretende el Ejecutivo- sino que que ha cambiado de titulares mientras sus antiguos jefes -extraditados- negocian sus penas en los Estados Unidos sin responder ante la justicia colombiana; por las dificultades, en aumento, surgidas para la legitimidad del actual gobierno a raiz de las muy graves denuncias sobre compra de votos de los congresistas durante el proceso de aprobación del Acto Legislativo que permitió la reelección del Presidente; por los no menos graves hechos que mantienen tras las rejas a numerosos congresistas y políticos debido a perniciosas relaciones con los criminales de las autodefensas; por las precarias condiciones en que se encuentra buena parte de la población en materias como la salud, el trabajo, la alimentación, la educación, el agua potable, frente a una ostensible insensibilidad estatal incrementada por las concepciones neoliberales que profesa el Gobierno; en fin, por una sociedad que se distrae, como si fuera con una película, con el desenvolvimiento de la guerra contra las FARC, mientras las causas reales que invocó la subversión en sus orígenes permanecen vigentes y son mucho más graves que hace cuarenta y cuatro años, cuando Marulanda fundó ese movimiento armado.



Claro que las FARC le han causado mucho daño a Colombia, y claro que, como lo hemos dicho en otras ocasiones, se desvió de sus objetivos iniciales hacia el narcotráfico y el secuestro. Pero eso no significa que sea la única causa de nuestros males, aunque el Gobierno se empeñe en hacerlo ver así, a ciencia y paciencia de una sociedad adormecida y manipulada por los medios "light" de orientación derechista, que pretenden ahora el tercer período del doctor Uribe.



Murió Marulanda, pero, en medio de las actuales condiciones de Colombia, esa muerte no significa nada. No va a traer nada nuevo en la guerrilla, que ha renovado sus propósitos según el comunicado leído por alias "Timochenko", lo que no permite hecernos esperanzas sobre posibles acuerdos de paz. No va a traer la liberación de los secuestrados. No va a traer claridad sobre la crisis de legitimidad del gobierno. No va a solucionar el hambre y la miseria de tantos en nuestro territorio. No va a arreglar el pésimo sistema de salud que soportamos. No va a aumentar en realidad las fuentes de empleo. Ni acabará con el paramilitarismo. Ni mejorará la situación de las relaciones internacionales de Colombia.Entonces,..¿por qué la alegría causada por un deceso?

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Bogotá, D.C.., Cundinamarca, Colombia
ABOGADO Y PROFESOR UNIVERSITARIO. EX MAGISTRADO DE LA CORTE CONSTITUCIONAL DE COLOMBIA